N.del A : Cortesía de Wence Caceres para el blog y su espiritu aventurero.
-Ya tengo pasaje para el veintiocho, repetí 25 veces en lo que va de la semana, 26 si contamos la primera.
Hoy quiero compartir un relato de esperanza, y me dispongo a hacerlo en ocasión del aniversario de la ya mítica caravana que une la calle Cerrito con Solanas ininterrumpidamente desde mil novecientos noventa y siete. Dos niños, una pareja y un Subaru marcaron la senda de lo que al día de la fecha, en mucho se parecería a una mudanza.
Y es de esperanza porque lo canto con entusiasmo, pero sobretodo con la certeza que me otorga la juventud. Seguridad de saber que el camino es largo, y que cientos de aventuras esperan ser vividas, vivencias cuales fénix que podrán reencarnar en anécdotas alguna noche de campo que está al caer.
Muy distinto sería el orden de las palabras si las estuviese escribiendo de aquí a cincuenta años, porque los viejos tienen otra forma de contar las cosas y consecuentemente verá, quien analice el tema tanto como yo lo hice esta mañana, tienen otra forma de encarar los viajes. La senectud baña los recuerdos de añoranza, el saber que el tiempo pasado fue mejor y que la vuelta atrás no es una opción condicionan su alma y su forma de contar historias, claro.
Hoy les cuenta demás una historia de héroes. De un amor que fue héroe. -Y es que nacer en el momento oportuno no es poca cosa- digo yo -Como tampoco lo es nacer en el lugar indicado
¿Cuantos fracasos le podríamos atribuir a Aristóteles, el loco del pueblo? Que se desvive contando otro tipo de verdades en las plazas de Colonia Liebig, allá en el sur de Misiones. Incontables. ¿Y qué podríamos encontrar de grandeza en las palabras del Dr. Guevara? Aquel argentino que vive en Cuba, que canoso y achanchado se enfrenta a un sin fin de preguntas que un joven periodista le hace sobre el cambio climático. Seguramente nada.
Particularmente este nació (y murió) a pocas horas de aquí, allá en esa comunidad costera que de poco se entera durante el año. Yo la considero una pasión fiel a la de ese entonces, fiel si tenemos en cuenta la congruencia que mantuvo a lo largo de su existir, aclaro que apareció sin pedir permisos y sin dar explicaciones se fue.
Murió como los menos de los fuegos y las olas, que parecen tener una forma establecida de desaparecer. Murió con el egoísmo con que se van los guerreros que no han sabido esperar el paso del tiempo, joven y hermoso. Pero sobretodo héroe, como bien lo pudieron ser poetas o arquitectos de otros tiempos, como el aguacero que pone fin a una fogata en medio de la noche, pleno.
Y es que me hubiese gustado despedirlo con unos mates amargos en esa galería que tanto recuerdo y no nos alcanzo el tiempo ni para un cortado. Tal vez sea esta la razón por la cual lo llevo presente en la memoria, por ir perdiendo la confianza en el tiempo que ha de venir. Y porque casi sin querer me doy cuenta que no solo se trata de la forma en la cual llega, o vive, si no también importa la forma en que se va eso de lo que estamos hablando.
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