martes, 5 de febrero de 2013

Me han dicho que he dicho un dicho

No por mucho madrugar amanece más temprano, me dijo papá cuando me levante, sorprendido de verme a esa hora.
A quien madruga, Dios le ayuda. Además… en boca cerrada no entran moscas, le contesté mientras buscaba el frasco de café.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo, respondió asertivo,  y se fue a trabajar a la planta embotelladora, dejándome con la palabra en la boca.
Yo entiendo que quien te quiere bien te hará llorar, pero siento que es muy estricto. Habla como si supiera todo.

Me fui caminando al colegio de mal humor, pensando que no hay rosas sin espinas, pero mejor malo conocido que bueno por conocer.
La primera hora de literatura fue para el olvido. Mientras la profesora me entregaba la nota del examen rendido la tarde anterior, murmuraba quien siembra vientos, recoge tempestades.
Giré la cabeza y lo vi a Gonzalez con su sonrisa burlona pintada, otra vez había zafado, pero yo sabía que se había copiado.  Garabateó algo en su cuaderno y lo levanto de forma tal que solo yo lo viera: “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”.  Quería levantarme de mi lugar y pegarle. ¡Qué deshonesto!, aunque en el fondo tenía algo de razón, pues yo no había hecho merito para aprobar. No iba a gastar pólvora en chimango.
A modo de consuelo me recordé que Dios aprieta pero no ahorca, y salí al recreo a tomar un poco de aire.  Solo faltaban dos semanas para el final de clases y muerto el perro, se acabó la rabia.

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