viernes, 9 de noviembre de 2012

Mala suerte!

En el almuerzo le di el salero en la mano haciendo caso omiso a su cara de pánico. Salí dejando la puerta de casa sin llaves y camine unas cuadras sin rumbo fijo. Fingí una repentina sordera frente a los maullidos desconsolados de ese gato negro que segundos antes se había cruzado en mi camino; casi herré la patada, pero lo alcancé en un rapto de lucidez física, pasando por debajo de la escalera
 que usaba un arreglasemaforos municipal.
Crucé Libertador con luz verde, distraído, mandando mensajes con mi celular último modelo: el 130 me estaba esperando. Le pedí un boleto de $1,10 y me senté en el lugar reservado para discapacitados que esa amable viejecita me estaba cediendo. Le pedí a su marido, octogenario también, que me dejara poner mi mochila en su asiento. Accedió sin titubear.
Una voz ronca me despertó. El colectivero me avisaba que habíamos llegado a mi parada. Le pedí dormir 5 minutos más, pero solo me dejo 4 por la creciente impaciencia que manifestaron los otros pasajeros.
Me bajé por la puerta de adelante y me fui silbando bajito un tango que había escuchado de mi abuelo.
Antes de entrar a la facultad, vi un billete tirado. Me agache a levantarlo y era uno de $50.
No puede evitar pensar en mi mala suerte… hay gente que se encuentra de $100. Pero era viernes, tampoco me iba a andar quejando.

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