que usaba un arreglasemaforos municipal.
Crucé Libertador con luz verde, distraído, mandando mensajes con mi celular último modelo: el 130 me estaba esperando. Le pedí un boleto de $1,10 y me senté en el lugar reservado para discapacitados que esa amable viejecita me estaba cediendo. Le pedí a su marido, octogenario también, que me dejara poner mi mochila en su asiento. Accedió sin titubear.
Una voz ronca me despertó. El colectivero me avisaba que habíamos llegado a mi parada. Le pedí dormir 5 minutos más, pero solo me dejo 4 por la creciente impaciencia que manifestaron los otros pasajeros.
Me bajé por la puerta de adelante y me fui silbando bajito un tango que había escuchado de mi abuelo.
Antes de entrar a la facultad, vi un billete tirado. Me agache a levantarlo y era uno de $50.
No puede evitar pensar en mi mala suerte… hay gente que se encuentra de $100. Pero era viernes, tampoco me iba a andar quejando.
Crucé Libertador con luz verde, distraído, mandando mensajes con mi celular último modelo: el 130 me estaba esperando. Le pedí un boleto de $1,10 y me senté en el lugar reservado para discapacitados que esa amable viejecita me estaba cediendo. Le pedí a su marido, octogenario también, que me dejara poner mi mochila en su asiento. Accedió sin titubear.
Una voz ronca me despertó. El colectivero me avisaba que habíamos llegado a mi parada. Le pedí dormir 5 minutos más, pero solo me dejo 4 por la creciente impaciencia que manifestaron los otros pasajeros.
Me bajé por la puerta de adelante y me fui silbando bajito un tango que había escuchado de mi abuelo.
Antes de entrar a la facultad, vi un billete tirado. Me agache a levantarlo y era uno de $50.
No puede evitar pensar en mi mala suerte… hay gente que se encuentra de $100. Pero era viernes, tampoco me iba a andar quejando.
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