El
domingo empezó por demás temprano, pero te voy contar lo que pasó recién
después de la siesta de reconocimiento
que tomamos una vez instalados.
Sirvió para juntar fuerzas y recuperar
energía del viaje, uno lleno de
cosas nuevas, otras viejas y de esas
charlas que tienen los amigos que no
se ven tanto como quisieran.
Tumulto de gente y un estacionamiento
improvisado sobre una cancha de
fútbol: - Frená boludo! - Paró el auto y
ahi estabamos nosotros, los
bomberos, la policía y todo aquel otro
personaje de Trinidad que no hubiese
preferido dormir la siesta. Arriba del
escenario; un payador, dos copleros
y un relator que a mi parecer estaba
excedido de vino tinto y sin embargo
traducía con lujo de detalles lo que sucedía
delante suyo. Tres palenques y
un sinfín de potros. Era una doma de
barrio.
Se hacía de noche y mientras se cocía la
carne esperamos en ronda,
respetando religiosamente los turnos que
impone el cebador, escuchamos y
contamos historias de muchos colores,
pero todas reales. Sin dudas el
premio se lo llevó Tato, joven paisano
oriundo de Treinta y Tres y padre
primerizo, explicó como hay a veces ahy
caballos que en verdad son sombras,
probablemente malas, que no se dejan
ensillar y galopan a la par de los
temerarios andan de noche de un lugar a
otro. Nos advirtió también de esos
niños de catorce años que asustaron una
vez a su tío, viejo zorro, y que
hoy en día siguen asustando al ganado
mientras jocosamente recorren los
campos de noche. Te repito, todas
historias reales que sucedían cerca, ahí
nomás de donde estabamos sentados, por
culpa de las cuales a más de uno le
hubiese costado dormir horas mas tarde.
Ya estaba oscuro. Comimos sin más
techo que el cielo y debatimos
violentamente sobre si esa estrella entre
todas las demás era Marte o Saturno, la
unica que no opinó fué Rosaura, que
estaba más preocupada por que su hijo de
dos años no se manchara que por
escuchar presunciones astrologicas de
gente que sabe poco y nada al
respecto.
La mañana siguiente se fué cambiando
novillos de potrero y jugando a
apartar, solo quedó tiempo para poner en
marcha, de manera muy ingeniosa el
Unimog y para salir a cazar. Para que
sepas hablo de un vehiculo militar,
cruza perfecta que solo sería posible si
se enamoraran un camión y un jeep.
Las armas habían sido elegidas desde
temprano y esa escopeta que esperaba
en el rincón se transformó rapidamente
en parte de mi cuerpo. Suena a
exageración, ya lo sé, pero es tan así
que hoy en día puedo decir que matar
dos pajaros de un tiro ya no forma parte
de la lista de cosas por hacer.
Si llegaste hasta acá taaanto no debo
haberte aburrido, pero ojo que esto
no es un cuento. es una carta, como esas
que se mandaban antes y viajaban
en barco, cuando hablar por telefono era
una aventura y había muchas cosas
que contar.
Lamento que no nos hayamos podido
despedir el Sábado.
Wence